Hector domador de caballos
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Durante diez años, los aqueos asediaron Troya y a sus aliados en el este. Héctor comandaba el ejército troyano, con un número de subordinados que incluía a Polidamas y a sus hermanos Deífobo, Heleno y Paris. Según todos los indicios, Héctor era el mejor guerrero de los troyanos y de todos sus aliados, y su capacidad de lucha era admirada tanto por los griegos como por su propio pueblo.
En la Ilíada, se recapitulan las hazañas de Héctor en la guerra anterior a los acontecimientos del libro. Al principio de la guerra se enfrentó al campeón griego Protesilao en combate singular y lo mató. Una profecía decía que el primer griego que pisara suelo troyano moriría. Así, Protesilao, Áyax y Odiseo no desembarcarían. Finalmente, Odiseo lanzó su escudo y aterrizó sobre él, y Protesilao saltó a continuación desde su propia nave. En la lucha que siguió, Héctor lo mató, cumpliendo la profecía.
Aconsejado por su hermano Heleno (también de inspiración divina), y siendo informado por éste de que aún no está destinado a morir, Héctor consiguió sentar a ambos ejércitos y desafió a cualquiera de los guerreros griegos a un combate singular[5] Los argivos se mostraron inicialmente reacios a aceptar el reto. Sin embargo, tras la reprimenda de Néstor, nueve héroes griegos aceptaron el reto y sortearon quién se enfrentaría a Héctor. Áyax gana y se enfrenta a Héctor hasta un punto muerto durante todo el día. Sin que ninguno de los dos consiga la victoria, expresan su admiración por el valor, la habilidad y la fuerza del otro. Héctor le regala a Áyax su espada, que éste utiliza más tarde para suicidarse. Áyax le da a Héctor su cinturón, que más tarde se utilizó para atar el cadáver de Héctor al carro de Aquiles por el que es arrastrado alrededor de las murallas de Troya.
Domador de caballos griego
Menelao, hijo de Atreo, querido por Ares, apenas se dio cuenta de la pérdida de Patroclo a manos de los troyanos, se abrió paso hacia el frente y, empujando a los guerreros vestidos de bronce brillante, se montó a horcajadas sobre el muerto como una novilla que se levanta llorando sobre su ternero recién nacido. Allí, el pelirrojo Menelao estaba de pie agarrando su práctico escudo redondo y su lanza, listo para matar a cualquier hombre que intentara apoderarse del cadáver.
Entonces Euforbo, que había visto morir al sin par Patroclo, se acercó con su lanza de ceniza y llamó a Menelao, amado de Ares: ‘Hijo de Zeus de Atreo, jefe de los ejércitos, retírate, olvida este cadáver y su armadura manchada de sangre. Yo fui el primero, entre estos troyanos y sus aliados, en golpear a Patroclo con mi lanza en el fragor de la lucha. Ahora concédeme mi justa fama entre los troyanos, o te arrojaré esta arma y te robaré esa vida que parece dulce como la miel”.
Pero Euforbo no se dejó intimidar y respondió: “Menelao, protegido de Zeus, tú pagarás ahora el precio de la muerte de mi hermano, tú, fanfarrón, que hiciste viuda a una nueva novia y provocaste a mis padres un dolor y una pena indecibles. Seguramente los consolará en su dolor si tomo tu cabeza y tu armadura y las pongo en manos de Panthous y la dama Phrontis. La cuestión no debe quedar sin resolver, ya sea que nuestro duelo termine con la huida o la victoria”.
Patroclo
Durante diez años, los aqueos asediaron Troya y a sus aliados en el este. Héctor comandaba el ejército troyano, con un número de subordinados que incluía a Polidamas y a sus hermanos Deífobo, Heleno y Paris. Según todos los indicios, Héctor era el mejor guerrero de los troyanos y de todos sus aliados, y su capacidad de lucha era admirada tanto por los griegos como por su propio pueblo.
En la Ilíada, se recapitulan las hazañas de Héctor en la guerra anterior a los acontecimientos del libro. Al principio de la guerra se enfrentó al campeón griego Protesilao en un combate singular y lo mató. Una profecía decía que el primer griego que pisara suelo troyano moriría. Así, Protesilao, Áyax y Odiseo no desembarcarían. Finalmente, Odiseo lanzó su escudo y aterrizó sobre él, y Protesilao saltó a continuación desde su propia nave. En la lucha que siguió, Héctor lo mató, cumpliendo la profecía.
Aconsejado por su hermano Heleno (también de inspiración divina), y siendo informado por éste de que aún no está destinado a morir, Héctor consiguió sentar a ambos ejércitos y desafió a cualquiera de los guerreros griegos a un combate singular[5] Los argivos se mostraron inicialmente reacios a aceptar el reto. Sin embargo, tras la reprimenda de Néstor, nueve héroes griegos aceptaron el reto y sortearon quién se enfrentaría a Héctor. Áyax gana y se enfrenta a Héctor hasta un punto muerto durante todo el día. Sin que ninguno de los dos consiga la victoria, expresan su admiración por el valor, la habilidad y la fuerza del otro. Héctor le regala a Áyax su espada, que éste utiliza más tarde para suicidarse. Áyax le da a Héctor su cinturón, que más tarde se utilizó para atar el cadáver de Héctor al carro de Aquiles por el que es arrastrado alrededor de las murallas de Troya.
Menelao
En la mitología griega, Astyánax (/əˈstaɪ.ənæks/; griego antiguo: Ἀστυάναξ Astyánax, “protector de la ciudad”)[1] era hijo de Héctor, el príncipe heredero de Troya, y de su esposa, la princesa Andrómaca de Teba Cilicia. [Su nombre de nacimiento era Scamandrius (en griego: Σκαμάνδριος Skamandrios, por el río Scamander[3]), pero el pueblo de Troya lo apodó Astyanax (es decir, alto rey o señor de la ciudad), porque era hijo del gran defensor de la ciudad (Ilíada VI, 403) y primogénito del heredero.
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Hola, soy Estibaliz Latorre licenciada en Biología por la Universidad Autónoma de Madrid.